Lee un fragmento de Balada de los caídos y sumérgete en su ambiente gótico-punk.
Esa noche había
una larga cola para entrar en El Purgatorio. Tras unas cuantas actuaciones
exitosas el nombre de Cold Rain había corrido de de boca en boca, y empezaban a
ser conocidos en el ambiente underground
de la ciudad. Como a Blake no le apetecía esperar, se dirigió directamente a la
puerta, donde el tipo musculoso de la otra noche, que lo reconoció, lo dejó
pasar.
La botella
de cerveza estalló en la mano de Blake. Se dio la vuelta, desentendiéndose de
ellos, y se acercó de nuevo a la barra, donde estaba la camarera pelirroja, a
la que pidió otra cerveza. [...]
El local
estaba ya bastante lleno cuando Blake entró y se abrió paso hacia la barra. Esa
noche no venía a hablar con Oscar, y viendo cuán abarrotado estaba aquello, se
imaginó que su amigo tendría obligaciones que atender, así que ni se planteó
subir a la planta vip. Esa noche era uno más; compartiría la pista con el resto
del público, entre el que percibió a algún Luna Negra, y también a varios Íncubos
y Súcubos. Lo típico allí; si lo percibieron a él, pareció darles igual. Así
que se quedó abajo, con una cerveza, en una zona cercana a la barra que, aunque
más alejada del escenario, le permitía tener una mejor visión del mismo. El
ruido era considerable, así como la cantidad de gente de estética rockera,
gótica y punk.
Entre el
tumulto se podían escuchar algunos arpegios de guitarra de los músicos, que
estaban afinando sus instrumentos. Justo cuando Blake dio cuenta de su cerveza
y dejó la botella vacía sobre una repisa lateral, la luz se apagó casi por
completo, y cada miembro de la banda ocupó su sitio en el escenario. Entonces
subió a él la joven cantante y se puso en el centro. Blake quedó atrapado por
su visión; no podía apartar los ojos de ella. Se escuchó el lamento de una
guitarra eléctrica abriendo el concierto, mientras los silbidos y el griterío
que ahogaban todo sonido se iban apagando. El comienzo del tema era lento y
melancólico, oscuro, hasta que entraron la batería, la otra guitarra y el bajo
llevándolo hacia paisajes más agitados. Entonces se dejó oír la voz agridulce
de Rain; un foco se encendió directamente sobre ella desde la parte trasera del
escenario, dando a su figura un aspecto algo fantasmagórico pero a la par muy
sensual, mientras arreciaban los silbidos de júbilo del público.
Aunque antes
de la otra noche Blake nunca había visto a Rain, le parecía reconocer sus
sutiles movimientos de cadera o las inflexiones de su voz como si la conociera
de toda la vida. Sin duda había vivido y sufrido mucho, a pesar de su juventud;
nadie que cantara así, que pudiera transmitir ese dolor y esa rabia contenidos,
podía carecer de un amargo pasado. Eso le hizo sentirse aún más atraído por
ella. Se sentía envuelto y transportado por la música. Ni siquiera pensó en
conseguir otra cerveza; tan absorbido estaba por esa muchacha que se comía el
escenario y llenaba el local entero con su voz y su presencia.
Entre
el gentío, el furor de la actuación y el ensordecedor sonido de la música,
Blake reparó en el aura de aquella belleza siniestra vestida de cuero negro y
de larga melena suelta. Era un aura extraña, muy extraña: oscura y atrayente a
la vez. No recordaba haber percibido otra igual en ningún mortal. Tenía unas
tonalidades, por así decirlo, fuera del espectro habitual. Tal vez ello tuviera
algo que ver, aparte de sus cualidades musicales y las del resto de la banda,
que eran innegables, con el rápido éxito que estaban teniendo. Ella parecía
atraer, como la luz a los insectos, al público que cada noche se congregaba en
mayor número para verlos actuar. Era, sin duda, un ser fascinante, fuera de
serie. Cada uno de sus movimientos, de sus gestos, su voz, su bellísimo rostro,
su mirada… Blake estaba como hechizado por ella. No se había sentido así desde
que estuvo con Karen.
Mientras
escudriñaba a la joven, ésta pareció notar por un momento la mirada de Blake
entre los cientos que allí se centraban en ella. Él juraría que, justo cuando
ella entonaba las notas más agudas del sobrecogedor estribillo de la canción,
clavó sus ojos en los suyos –pese a que él se encontraba en un rincón apartado,
entre las sombras–, para después dejar caer la mirada y continuar cantando,
durante unos segundos, con los ojos cerrados. Blake se quedó paralizado por esa
mirada, hasta que terminó la actuación.
Un rato
después de que ésta acabara, los miembros de la banda habían dejado sus
instrumentos sobre el escenario y estaban bebiendo unas cervezas que alguien
les acercó. Hablaban animadamente entre sí y con gente del público que se
acercaba a felicitarlos. Blake contemplaba a Rain desde la distancia, de nuevo
con una cerveza en la mano. En un momento dado, ella levantó la mirada,
mientras sonreía por algo que le habían dicho, y a través del espacio y del
gentío miró a Blake a los ojos de nuevo, como si supiera perfectamente dónde se
encontraba. Él le devolvió la mirada, pero entonces ella la apartó,
instantáneamente, con desdén. Blake estaba confuso por la conducta de esa chica
que tan extraña fascinación le producía. ¿Se había fijado en él casualmente?
¿Cómo es que, por dos veces ya, le había lanzado esas miradas, como si él fuera
el único que estaba allí? ¿Qué era eso que ella tenía y que él era incapaz de
explicar?
Blake se
estaba haciendo estas preguntas cuando vio a un grupo numeroso de Lunas
acercarse a la banda. Entre ellos estaba el indeseable de Baal, que según le
había dicho el Viejo Jack –al que, por cierto, le extrañaba no haber visto por
allí aquella noche–, era su novio. Y resultó ser cierto: se acercó a ella y le
rodeo la cintura con su brazo, besándola en la boca. Ella parecía muy
satisfecha, y se quedaron así un buen rato, mientras hablaban en grupo. Blake
sintió una súbita ira al verla con ese tipo. No podía apartar la mirada de
ellos a la vez que se lo recriminaba a sí mismo. «Estúpido», se decía; «¿a ti
qué más te da? ¿Qué puede importarte esa chica? Sólo la has visto un par de
veces, no es nadie. Y está con un Luna; debe de ser como ellos. Seguramente una
de sus siervas mortales».
Y de
repente, en ese instante de gran contradicción interna, Rain volvió a mirarlo.
Esa vez la mirada fue más intensa, más significativa, pues desde donde estaba
tuvo que girar claramente la cabeza para posar sus ojos sobre él. No parecía un
cruce de miradas casual, ni mucho menos, sino deliberado. Fueron dos o tres
segundos, pero a Blake le pareció que el tiempo se congelaba y duraban una
eternidad. Había todavía algo de desdén en la expresión de ella, pero no tan
acentuado como la primera vez; incluso, le pareció a Blake, había un matiz de
curiosidad en esa mirada. Llegó a preguntarse si no estaba imaginándoselo, si
no era casualidad que cruzaran sus ojos entre la multitud por tercera vez, o si
era simplemente que ella se había dado cuenta de que él la miraba y le devolvía
la mirada a su vez.
Pero no,
sabía que no era posible. Ella lo estaba mirando a él, y era ella la que lo
había encontrado, entre todo el mundo, siempre a la primera, como si supiera
dónde estaba en cada momento. De nuevo Blake se quedó perplejo. Entonces, como
si el maldito Baal se hubiera dado cuenta de que estaba mirando a su chica, la
cogió por la barbilla con la mano libre, la atrajo hacia sí y le dio un
profundo beso en la boca. Y mientras lo hacía, abrió los ojos y miró a Blake,
desafiante, como diciéndole: «¿qué haces mirando lo que es mío?» Parecía
importarle más la reacción de Blake que la de ella. Tras soltarla, se quedó
mirándolo y esbozó una maliciosa sonrisa. Rain ya no lo volvió a mirar, de
espaldas a él como había quedado y con su novio sujetándola firmemente contra
él.
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17/9/2022
© D. D. Puche y Grimald Libros
Sigue leyendo la novela
Christopher Blake, un ángel caído, regresa a Hellstown tras
veinte años de destierro. Fue expulsado por su clan, los Señores
de la Llama Eterna, que se disputan el control de la ciudad con
el clan rival de los Luna Negra; la tensión entre ambos está a
punto de convertirse en una guerra abierta. Para ser readmitido,
Blake tendrá que aceptar una peligrosa misión: investigar la
desaparición de varios de los suyos en el territorio de sus
enemigos. Así conocerá a Rain, una cantante de rock mortal
relacionada con éstos, junto a la que se adentrará en un mundo
aún más oscuro del que podía imaginar. Mientras, la muerte y la
destrucción se desatarán a su alrededor.
Balada de los caídos es una novela para jóvenes y adultos
que combina el género noir, la fantasía gótica y el
terror de forma trepidante.
D. D. Puche
Grimald Libros
Novela
(Fantasía, novela negra, terror)
519 páginas
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